En política, no hay amigos. Simplemente complicidades. Sobre todo, en los pináculos donde se acuerda todo movimiento sucesorio (de continuidad y/o alternancia) entre personajes confrontados, porque es insaciable su apetito de poder.
También hay traiciones, cuando los grupos de una misma doctrina ven frustrados sus propósitos y operan tratando de descarrilar al oponente.
La historia de México refiere que la Independencia, como la Reforma y la Revolución, son tres íconos de la metamorfosis gubernamental del país.
Cierto, pero los tres plagados de deslealtades.
Sin profundizar en esos tres movimientos, vemos que los traidores han sido un mal necesario para reacomodar las piezas del ajedrez político en la llamada Cuarta Transformación, iniciada en 2018 por Andrés Manuel López Obrador.
Ya ve usted que desde el inicio del actual régimen fueron incorporados al gabinete personajes de obscuro pasado; y siguen arribando invitados por el tabasqueño, siendo que antes los descalificó por corruptos y marrulleros.
Igual operaron (durante su gestión): Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, al cederles cargos públicos a sus otrora adversarios.
Pero eso, es harina de otro costal.
Actualmente (en el caso concreto de Tamaulipas), aparecen individuos que cambian sus principios ideológicos fácilmente ante los ‘cañona$os’ que en su tiempo refirió el general Álvaro Obregón Salido para convencer a sus opositores, a fin de que estos por él votaran.
A quienes se van de la derecha o centro, causando alta en la izquierda se les llama ‘conversos’. Pero a quienes abjuran de la izquierda, se les tilda de traidores, ‘chaqueteros’, ‘chapulines’, ‘sapos’ y, ahora, ‘canguros’, según la última connotación que hace (de ellos) la periodista Brissa Hernández en referencia a quienes brincan de un membrete a otro.
Lo cierto es que, en el escenario actual aquí en Tamaulipas, asoma un número sobresaliente de ‘chaqueteros’, confirmando ser acomodaticios. No son gente con principios ni valores, sino saltimbanquis de la política.
Por eso no me extraña que en esta etapa haya desprendimientos en al menos morena, el PRI y el PAN que, por cierto, son intrascendentes ya que las estructuras tienen su voto definido y ciertamente exigirán derechos.
Obviamente se trata de sumar, aunque hay sumas que restan; y eso lo deben considerar los (aún) precandidatos gubernamentales, en su interés y estrategia electoral, pese al diálogo y acuerdos que hayan tenido con ‘jefes’ de los distintos grupos políticos con presencia municipal, más que estatal.
Américo Villarreal Anaya, por ejemplo, no debe meter todos los huevos en una misma canasta, respecto a los militantes y/o simpatizantes notables de morena de Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, la zona centro y el sur, pues podría haber infiltrados que le jugaran las contras ya en campaña.
Igual su contendiente, César Augusto Verástegui Ostos, requiere estar ‘a las vivas’ para no confiar de más en algunos advenedizos que se suman, aparentemente a su causa, pero en el fondo formarían parte de un complot, encaminado a entorpecer su marcha veloz en este hándicap.
Así que ambos obligados están a no involucrar, en cargos estratégicos de su campaña, a quienes no les dan plena confianza, aun cuando se trate de políticos curtidos y ampliamente conocidos en la entidad.
Bien se sabe que, desde el proceso electoral de 2021, comenzaron los desprendimientos partidistas
Ahora, son más evidentes aunque pretendan disfrazárseles con el rollo de que están jugándosela con un proyecto y no con los partidos.
Es decir, sin cambiar de filiación política.
Casi a diario, los medios de comunicación masiva informan que fulano, zutano o mengano, se pronuncian por un aspirante gubernamental ajeno a sus partidos (incluso dándole todo su apoyo), por no encontrar coincidencia con el abanderado que, según ellos, les ha sido impuesto.
Este reacomodo, advierto, proseguirá hasta el inicio de campañas y tal vez se reproduzca, aunque con menor intensidad, durante éstas.
morena
Hasta hace unos años, a los políticos que brincaban de un cargo legislativo o administrativo, se les llamó ‘chapulines’.
Empero, la alternancia política produjo a México una nueva especie: la que salta de un partido a otro, por suponer que el triunfo está garantizado a diferencia de sus membretes de origen.
A partir de 2017, Movimiento Regeneración Nacional (morena) afilió en su padrón a cuanto político pidió causar alta a cambio de una candidatura a senador, diputado federal, diputado local, alcalde, síndico o regidor, sin que le importaran sus antecedentes. Ni traición a sus otrora credos.
De ahí que el membrete guinda ofrezca gran mescolanza de intereses. No de doctrinas –salvo el caso de unos cuantos–; y que por eso nadie esté de acuerdo unánimemente en la toma de decisiones, aunque sí hay grupos ya enquistados en la dirigencia nacional que actúan con, sin y a pesar de lo opine el presidente de la República.
Hasta la fecha, quienes deciden qué hacer, o no, son: 1) la presidenta del Consejo Nacional (Bertha Elena Luján Uranga); y 2) el aún dirigente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Mario Martín Delgado Carrillo.
En la mayoría de las entidades federativas, morena no cuenta con una representación estatal ni estructura, aunque sí con miles de simpatizantes.
Dicho en otras palabras, lo que figura es la marca.
Por eso, al jugarse en Tamaulipas la gubernatura no aparecen muchos interesados (entre los ‘notables’) en apoyar abiertamente a su abanderado, aun cuando encabeza (todavía) las encuestas publicadas hasta ahora.
Adhesiones
La adhesión de Marco Antonio Bernal Gutiérrez al proyecto de ‘El Truko’ es tan significativa como la de Baltazar Manuel Hinojosa Ochoa –pues ambos, han sido (son), líderes priistas en la entidad–, y esto lleva a advertir que las fuerzas vivas del tricolor jalarán con César Augusto Verástegui Ostos.
Baltazar ha sido diputado federal; alcalde de Matamoros; secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y director de Aserca (Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercado Agropecuarios); secretario de Organización del CEN del PRI; y secretario estatal en los gobiernos de Coahuila y Tamaulipas.
Marco Antonio, por su parte, ha sido diputado federal un par de veces; senador; comisionado para la paz en Chiapas; y dos veces aspirante priista a la gubernatura tamaulipeca.
Ambos cuentan con capital político propio.
Sobre todo, en Matamoros, su tierra de origen.
En torno al precandidato de morena, Américo Villarreal Anaya, asoma un aliado con fuerza, allá en Reynosa: Óscar Santiago Luebbert Gutiérrez, quien ha sido senador, diputado federal, alcalde, secretario de gobierno; y, además, fue uno de los hombres más cercanos a Luis Donaldo Colosio.
En los días por venir, seguramente, otras figuras tomarán partido.
Y eso me lleva a insistir en que esta lid será de pronóstico reservado.
¡Ah!, pero sí, me hace ruido que el diputado federal Erasmo González Robledo no aparezca ya como figura importante en los eventos de Américo –quizás, por las acusaciones que se vierten en contra suya, por su relación con gente dedicada al ‘huachicoleo de combustibles’–, y, que el médico, no se ocupe del tema.
En lo personal, considero que bien hace, ya que Erasmo es una piedra que mucho molesta y nada aporta.
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