En el río revuelto que actualmente se vive en la 65 Legislatura de Tamaulipas, todos se quedan en el morbo del zipizape verbal y demás expresiones teatrales que sirven como perfecta pantalla para disimular el verdadero fondo del asunto.
Lo cierto es que, atrás de toda esta serie de bufonadas magistrales protagonizadas por panistas y morenistas, existe un pastelote que podría alcanzar casi los 300 millones de pesos, que constituye el presupuesto 2022. Y cuyas delicias y placeres de dolche vita están a merced de aquel partido que logre controlar la Junta de Coordinación Política.
Eso es lo que verdaderamente les importa, olvídese usted estimado lector, que a estos modernos magos de la nómina y de la suculenta compensación les vayan a interesar los padecimientos sociales, el diario vivir y las peripecias de la clase trabajadora, y clases medias en nuestro estado.
¡No señor! A estos pícaros, granujas de cuello blanco y corbatitas “Hermenegildo Zegna”, no les interesa en lo más mínimo si el kilo de cebolla o de tomate anda arriba de los 50 o 60 pesos.
En las tortillerías, los expendedores venden kilos de 900 gramos al “módico” precio de 22 o 24 pesos. En el campo de la medicina, las clínicas privadas cobran lo que les da su regalada gana, y muchas veces lucran con la salud de los tamaulipecos.
Hay muchos temas de interés medular para la ciudadanía que deberían estar en la agenda del Congreso tamaulipeco, pero resulta que estas damas y caballeros se la pasan disputándose un botín millonario, pletórico de prebendas y privilegios.
Los productos de primera necesidad están mucho más caros. Pero eso a quién le importa, podrían decir nuestros diputados locales, y sí, en cierta forma tienen razón, pues estas élites del poder político viven en un mundo aparte. Y llevan un nivel de vida muy por encima del promedio de los sectores asalariados y profesionistas.
El Congreso de Tamaulipas, conocido también por nombres rimbombantes como “La Casa del Pueblo” o la “soberanía popular”, se encuentra convertido en un nido de vividores del erario público, que utilizan los días de sesión legislativa para montar shows de payasadas escénicas, que compiten y llegan a superar a la mejor carpa circense del país.
Cabe mencionar que todos y cada uno de estos personajes de la farándula grillesca de Tamaulipas ganan sueldos excepcionales, fabulosas cantidades de dinero que constituyen una soberana burla para las familias.
Para que se dé usted una idea, según una nota informativa publicada justo hace un año, el 17 de marzo de 2021, en los días previos a la elección local, el sueldo asignado a un diputado local era de 13 mil 617 pesos, pero los angelitos recibían gratificaciones de 62 mil 864 pesos, que sumados arrojan la nada despreciable cantidad de 76 mil 481 pesos mensuales. En la 65 Legislatura se habla de sueldos que rebasan los cien mil pesos.
El año pasado, el Poder Legislativo en Tamaulipas manejó un presupuesto de 293 millones 571 mil 712,03 pesos. De este paquete, 194 millones de pesos fueron asignados para el Congreso, mientras que los restantes 99 millones se asignaron a la Auditoría Superior del Estado, un órgano de vigilancia que generalmente no cumple con su responsabilidad, y su tarea se ciñe a obedecer consignas de quien ejerce el control político.
Este miércoles, las bancadas de Morena y el PAN se dieron con todo. Los panistas terminaron por arrebatarles las principales comisiones. Prácticamente les quitaron el escaso poder que aún conservaban.
Los morenistas recurrieron a la toma de la tribuna. Se armó el show y la sesión se traslada para el próximo martes.
No hay la menor seriedad en el trabajo legislativo. Y por ahora la bancada de Morena se quedó en manos de Úrsula Salazar Mojica. Dicen que la puso ahí el Delegado del CEN morenista Ernesto Palacios. Trascendió que la legisladora no cuenta con los consensos requeridos y que muchos de los diputados guindas se inclinan a favor de Pepe Braña.
Así las cosas.