El timing político, “es saber cuándo, donde y cómo, utilizar los recursos con que se cuenta en el momento preciso y en el lugar correcto”. Es decir: se deben evaluar con precisión, el tiempo y el espacio correctos, para impulsar estrategias de éxito.
De otra forma: ni antes ni después, se deben realizar las acciones y los proyectos para que se cosechen resultados productivos y certeros.
A los makiavélicos, les falló el timing.
Les faltó sensibilidad y certeza para leer los escenarios que envolvieron sus sueños monárquicos.
Makyito, egresado de Harvard –quizá un alumno del Instituto Chavalín con sede en ciudad Victoria, Tamaulipas hubiera actuado con mayores luces que él– en no se sabe qué asuntos de política, zurró el pañal. Sus fantásticos conocimientos abrevados en una escuela de calidad mundial, no le proveyeron –no se sabe si fue la institución o sus estructuras cognitivas– de habilidades y saberes para nadar en un foso político infestado de hienas y de escualos.
Doña Maky, había jugado siempre con la suerte bajo el brazo. Más que destrezas, enseñó cotidianamente unas sorprendentes capacidades acomodaticias en la política; saltaba de un lado para otro, y siempre caía parada.
Desde su regiduría, pasando por la diputación federal, hasta llegar a la senaduría y a la alcaldía reynosense, le vinieron del cielo. Vendía paraguas y le llovía; ofertaba aguas frescas y se llegaba sequía; ofrecía cubre-bocas, y se venía la pandemia. En fin: todo le salía como si fuera la reina Midas de la política.
Hasta que los escenarios regionales, le exigieron un poco más: decidir, en un paisaje sociopolítico complicado y nebuloso.
Se equivocó.
Y en la errada llevó la penitencia.
¿Qué le falló a la jefa de la pandilla de los makiavélicos?
Casi nada: el timing.
No supo cómo, cuándo y dónde, invertir su capital político.
Enfebrecida por la derrota en la consulta interna de MORENA, se obnubiló. Justo en el momento en que debía jugar su resto con Américo Villarreal Anaya, regateó su adhesión y se confrontó no sólo con el médico –y ya candidato–, sino con el CEN de la organización guinda, por su inmadura conducta.
No quiso irse con melón y también rechazó sumarse con sandía –el Truco Verástegui–.
Hace unos días, convocó a Villarreal Anaya a una cena en su casa. Hablaron de política, tan privadamente que poca gente se enteró.
Es decir: eso y nada, es nada.
Envió a sus personeros, a informar en redes sociales de su acercamiento con Américo.
Nada de los acuerdos.
Hace unas horas Makyito, asistió a un evento de Américo, externándole su adhesión.
El timing, sigue siendo su feroz verdugo y la desconfianza su principal descripción.
En un ensayo de prospectiva, ponga a dos mujeres bajo la sombra del lopezobadorismo: una interna –morenista: Magaly Deándar– y otra externa –María Esther Camargo de Luebbert– como finalistas por la alcaldía de Reynosa, Tamaulipas –Makyito, parece estar está reprobado– en los comicios del 2024.