Si bien es cierto que a Monterrey se le considera la capital industrial del país, es el Estado de México la entidad con la estructura productiva más descomunal de la geografía nacional, con 111 parques y zonas industriales, asentados en municipios como Tlalnepantla, Cuautitlán, Toluca, Tultitlan y Ecatepec.
Datos recientes hablan de una población de 16 millones 992 mil habitantes y de una lista nominal de más de 12 millones de personas con capacidad de voto.
EdoMex es el estado más complejo de todo el país. En primer lugar porque en su reducido territorio de 22 mil 499 kilómetros cuadrados se asienta una geografía política de 125 municipios.
Nuestro estado de Tamaulipas tiene 80 mil 249 kilómetros y alberga 43 ayuntamientos. Lo anterior nos da una idea de la masificación y el hacinamiento propio de un estado que creció sujeto a una cultura de férrea centralización heredada de la ingeniería económica y política desde los tiempos precolombinos.
Su pulverización municipal tiene también antecedentes en la gran diversidad de sistemas sociales y administrativos, erigidos en torno al gran Tlatoani.
Ya en el siglo 20, el referente más citado por los historiadores del poder en EdoMex, es Isidro Fabela Alfaro a quien se le atribuyen un caudal de disciplinas y profesiones: político, abogado, escritor, periodista, historiador, lingüista, filólogo y diplomático. Secretario de Relaciones Exteriores del carrancismo y gobernador mexiquense de 1942 a 1945.
El nombre del señor Fabela cobra interés pues nació en el pueblo de Atlacomulco, considerado por el mito y la leyenda del poder priista como la sede de un poderoso grupo de empresarios y políticos comandados por Carlos Hank González, autor de la emblemática frase: “Un político pobre, es un pobre político”, con lo cual se resumía de manera contundente una filosofía que definía el uso patrimonialista del poder, como así ocurrió en lo que sería y es el modus operandi de un priismo hoy a punto de perder la joya de su corona política: EdoMex.
Este grupo Atlacomulco, del cual surge el presidente Enrique Peña Nieto apoyado por su tío, el entonces gobernador y presidenciable Arturo Montiel, reviste un tinte de cierto aire de profetización y nigromancia, cuando en 1940, don Francisco Castro Montiel, vidente del pueblo vaticinó lo siguiente: “Seis gobernadores saldrán de este pueblo, y de este grupo compacto, uno llegará a la Presidencia de la República”.
Obviamente, los alcances del profeta de Atlacomulco no llegaron a decir cómo terminaría el sexenio peñista, como tampoco el final de un imperio político que pareciera tener sus días contados en la ruta hacia la elección del 2023, donde Morena se encuentra más que perfilado para hacerse del bastión productor de votos más estratégico.
Un zarpazo de poder que le permitirá no solamente ganar la gubernatura, sino la Presidencia de la República en el 2024.
Con la derrota de EdoMex, la cual ya casi es un hecho, se pondrán en la balanza de la historia, fundamentalmente dos sexenios presidenciales como son los de Adolfo López Mateos y Enrique Peña Nieto, el primero aportó grandes instituciones como el Issste y la nacionalización de la industria eléctrica. Mientras que el segundo se acabó todo el capital político que quedaba del partido fundado por Plutarco Elías Calles en 1929.
Ambos presidentes, originarios del EdoMex, tienen en el análisis de su estilo personal de gobernar una curiosa coincidencia: su propensión a viajar al extranjero. EPN realizó 83 viajes con un costo de 313 millones de pesos, lo cual no se tradujo en beneficios para el país.
Los críticos justifican la vocación viajera de López Mateos por su política de independencia en los 50’s frente a las potencias de la URSS y USA, tratando de trazar una alternativa económica. No fue el caso de Peña con una economía totalmente integrada a Estados Unidos.
Esta es en síntesis la narrativa de una tradición de poder priista que el cuatro de julio del año próximo podría estar llegando a su fin. Un fin de fiesta que abarca casi un siglo de jetatura de una dinastía tricolor que impuso una filosofía sui generis de vivir los privilegios del mandato político.
Hablamos de negocios, fama, privilegios que colocaron el ejercicio de las políticas públicas como el eje de la corrupción y de negocios personales.
Para efectos pragmáticos no importará mucho si el PRI de Riquelme le da a Alito una gota de suero político para que siga aferrándose a la dirigencia nacional. El tema de EdoMex resulta crucial para que el obradorismo alcance un segundo ciclo de poder. Aunque actualmente AMLO es objeto de la mayor andanada de su sexenio.