El gobernador electo, Américo Villarreal Anaya, leyó bien el escenario. Sin la colaboración estrecha de la Federación, será inviable el aterrizaje de la IV T en Tamaulipas. Los diversos candados transexenales –Fiscalía de largo aliento y con atribuciones de vicegobernador: tener en sus manos el aparato coercitivo, la Policía Estatal, y operar como contrapeso al Ejecutivo estatal morenista–, serán entidades que proporcionarán vigencia a un gobernador que debe terminar su mandato justo cuando empieza el sucesor: el 1 de octubre.
¿Qué hacer en estos momentos de intensos posicionamientos del gobernador que se va y el gobernador que llega?
Legalmente, el proceso de transición, lleva en curso la entrega recepción.
En el sentido político, es un evento un tanto irrelevante. Finalmente, quien dirá si hubo o no malos manejos en los recursos humanos y materiales en la administración estatal panista que fenece, es el Congreso local.
Y para tristeza de muchos que claman para ver sangre, en estos días de transición, es una institución cuyos ojos jamás verán irregularidades o desvíos.
A ello hay que sumar, otro elemento: por varios años, la mayoría de los Magistrados del Tribunal de Justicia tamaulipeco, estarán bajo control de la óptica justiciera panista.
La estrategia de Villarreal Anaya, para contrarrestar el proyecto panista, ha sido tejer alianzas y acercamientos con los factores y las instituciones federales lopezobradristas.
Se ha reunido con el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, con la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum y con otros cuadros morenistas de alto nivel. Al parecer, entendió que los espacios para desplegar su plan de gobierno, han sido achicados por la embestida azul.
No optó por la confrontación.
Su narrativa, desde el triunfo en las urnas, ha sido conciliadora; no de choque con una institución que sabe está a merced del cronómetro: en estos momentos, es su principal y más letal enemigo.
La búsqueda de soportes en el centro, era obligada: recibirá una caja de caudales pública, desecha y una millonaria deuda como lastres.
A ello, hay que sumar, la bomba de tiempo en que se convirtió el pago de pensiones a burócratas jubilados –se habla de una multimillonaria deuda, prohijada por la malversación– aunado a la abultada nómina laboral.
Es decir: Tamaulipas, no podrá caminar sin el auxilio de los programas federales y el salvavidas financiero que se hará necesario el mismo día en que tome protesta Villarreal Anaya como gobernador Constitucional.
Con esas acciones, el cardiólogo, está dando pequeñas pinceladas de lo que será su estilo de gobernar: pausado, reflexivo, conciliador, prudente.
En mucho recuerda su accionar, a Américo Villarreal Guerra.
La llegada, a la gubernatura del ingeniero, estuvo erizada de conflictos: el Meme Garza González, con todo y que reconoció su derrota nunca se sumó abiertamente a la campaña ni al gobierno de su verdugo en la contienda interna. Al mismo tiempo, el grupo encabezado por Enrique Cárdenas González poderoso ex gobernador, le disputó varias alcaldías.
Villarreal Guerra, se movió con sensatez. Echó mano de Ernesto Guajardo Maldonado, para erosionar la soterrada oposición patrocinada por ECG con una tersura que aún hoy se recuerda. La ingobernabilidad generada desde los penales tamaulipecos, fue más bien la expresión de la lucha por la presidencia de la república y no un reflejo de su gobierno.
El sol le da de frente a Villarreal Anaya.
Tiene todo para sorprendernos como gobernador.
La sombra de la Federación y las enseñanzas de Villarreal Guerra, son dos de los más importantes ingredientes, que pueden generar un gobierno capaz de oxigenar la vida pública tamaulipeca.