Muy apreciado lector, en este domingo de la Santísima Trinidad (Ciclo A), la Palabra de Dios nos enriquece con el Libro del Éxodo (Ex 34,4-6.8-9); el Salmo está tomado del libro de Daniel 3 (Bendito seas para siempre, Señor); la carta de san Pablo a los Corintios (Cor 13,11-13); y el Evangelio de San Juan (Jn 3,16-48). El tema central: la Santísima Trinidad es el Misterio del Padre que nos ha demostrado su amor al grado de enviarnos a su propio Hijo, quien nos amó hasta el extremo.
Deseo compartir esta reflexión en tres pequeños apartados:
El contexto de este domingo. Con la celebración de Pentecostés hemos concluido el tiempo de pascua, y aunque hemos re-iniciado el tiempo ordinario, lo hacemos reflexionando y celebrando el Misterio más grande del cristianismo; el Misterio de amor perfecto: la Santísima Trinidad.
En este re-inicio del tiempo ordinario también celebraremos algunas otras fiestas importantes como: Corpus Christi, el Sagrado Corazón de Jesús, el Inmaculado Corazón de María, además de ya haber celebrado en esta semana a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Todas estas fiestas nos ayudan a hacer nuestro el amor de Dios.
Intentaremos solo hacer un pequeño acercamiento al Misterio del amor que es la Trinidad, como seres humanos, jamás nos alcanzará para comprenderlo en plenitud.
El mensaje central: Tanto amó Dios al mundo… He aquí el centro y el eje de la fe cristiana, el amor de Dios alcanza a la humanidad entera, a nosotros y al mundo en que vivimos. Su propósito, es que el mundo entero, y también nosotros, tengamos vida auténtica.
Es triste que en la actualidad no seamos capaces de descubrir y experimentar la fe como fuente de vida auténtica, sino más bien, como simples y fríos ritos, sin trascendencia en nuestra vida.
Recordemos que creer en Jesús es tener vida eterna, es comenzar a vivir, desde ahora, algo nuevo y definitivo, que no está sujeto ni a la moda ni a la decadencia, sino más bien, siempre ilumina y perfecciona (da sentido) a nuestra vida. Nunca olvidemos que Dios siempre está cercano, que nos ama sin condiciones, nos ama con misericordia y nos llama a una vida en plenitud, y, sobre todo, en verdadera libertad.
Creer en Jesús, es descubrirse profundamente amado y llamado a vivir con mayor plenitud, descubriendo, desde nuestra adhesión a Jesús, nuevas posibilidades, nuevas fuerzas y nuevos horizontes en nuestra vida diaria.
Recordemos, la prueba más grande del amor de Dios por nosotros, es que nos dio a su Hijo único, para que tuviéramos vida en plenitud.
Un Dios Trinitario. Al adorar a Dios como Trinidad, estamos confesando que Dios, en su intimidad más profunda, es sólo amor, acogida, ternura. Esta es quizá la conversión más profunda que necesitamos hacer los creyentes: el paso progresivo de un Dios considerado Poder a un Dios adorado gozosamente como amor.
Pues, solo cuando desde la fe se descubre que Dios es amor, amor presente y palpitante en lo más hondo y significativo de nuestra vida, es entonces, cuando en el corazón del creyente, se despierta la confianza plena en Dios y se hace vida el pasaje del Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que tenga vida eterna y no perezca ninguno de los que creen en Él. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Al que cree en Él no se le juzga; el que no cree ya está juzgado por no haber dado su adhesión al Hijo único de Dios.” (Jn 3,16-18)
Así pues, si queremos acercarnos un poco al Misterio de la Trinidad, aunque sea de manera débil e imperfecta, podemos hacerlo cuando experimentamos el deseo de amar o de ser amados, o también, cuando somos capaces de saborear el amor sincero y transparente.
El misterio de la Santísima Trinidad nos recuerda que todo amor verdadero, por humilde que sea, tiene en su interior, sabor de Dios.
Estimado lector, pido a Dios te bendiga y te conceda todos los deseos y anhelos de tu corazón, además de que nos conceda el don de sabernos siempre amados por Dios, y ese amor lo hagamos efectivo en nuestra propia vida. Bendecido domingo, y por favor, no te olvides de rezar por la conversión de un servidor y la de todos los sacerdotes de nuestra iglesia diocesana.