Muy apreciado lector, en este décimo cuarto domingo del Tiempo ordinario (Ciclo A), la Palabra de Dios nos enriquece con el Libro del profeta Zacarías (Zac 9,9-10); el Salmo 144 (Acuérdate, Señor, de tu misericordia); la carta de san Pablo a los Romanos (Rom 8,9.11-13); y el Evangelio de San Mateo (Mt 11,25-30). El tema central: la salvación se hace posible en la mansedumbre y en la humildad del corazón.
Deseo compartir esta reflexión en tres pequeños apartados:
Los destinatarios del mensaje de Jesús. Desde la lectura profética, Zacarías anuncia con gozo una nueva época, distinta: el “rey mesías” (Zac 9,9) anuncia el nuevo proyecto divino que solo es posible en la fe y en la confianza al Señor, y con el cual se logra la restauración (salvación) del reinado de Dios. Esta profecía se hace realidad en el Domingo de Ramos, con la entrada de Jesús a la ciudad.
La presencia de Jesús genera la genuina alegría, porque en Él acontece la salvación de Dios con toda su plenitud. Él y su palabra son “Evangelio” o “Buena Noticia” por excelencia, pues anuncia con gozo el infinito amor del Padre, que nos salva por medio de su Hijo.
Sin embargo, su presencia, y su palabra, no siempre fueron recibidos y acogidos, los importantes, los sabios y prudentes, los que estaban sentados en la catedra de Moisés, no le quisieron oír, lo rechazaron, incluso lo sentenciaron a muerte; lo mismo sucedió en ciudades prestigiosas o en las escuelas rabínicas.
Jesús, experimenta que el anuncio de gozo, de salvación, de restauración solo es acogido por la gente sencilla, los pequeños, los incapaces de seguir por sí mismos el buen camino.
Así, una vez más, Jesús nos enseña que Dios se revela trastornando los valores y los criterios. La fe, la Buena Noticia, no se consigue a base de esfuerzo, no se la arrancamos a Dios por que seamos ‘buenos’, sino que es un ‘don gratuito’ de Dios.
Bendito seas, Padre… Entre las oraciones de Jesús, una de las más hermosas es, sin duda este grito espontáneo de gozo, admiración y agradecimiento: “Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has dado a conocer a los pequeños.”
En la vida de Jesús la acción de gracias y la alabanza ocupan un lugar central, los motivos no faltan. El de hoy es muy significativo: el amor y la gratuidad de Dios están en el origen de todo.
¿Por qué nos cuesta orar? ¿Por qué nos cuesta hacer nuestro el Evangelio? Porque tristemente hemos perdido la capacidad de admiración y de alabanza. Recuperar estas capacidades nos permitirá un estilo de vida más cercano a Jesús, a recibir el Evangelio, y sobre todo, a dejar que Dios haga maravillas (descansar en Jesús) en la ‘pobre’ vida nuestra.
Encontrar descanso. En contra de lo que muchos piensan, ‘descansar’ no es tan fácil. Descansar no significa no hacer nada, o solo divertirse, viajar o dar rienda suelta al consumo, pues luego decimos que necesitamos unas vacaciones de las vacaciones.
Descansar es reconciliarse con la vida, disfrutar del regalo de la vida; re-encontrarse con la misma vida, con lo mejor de nosotros mismos. Para descansar no hay que recorrer grandes distancias, es suficiente recorrer la distancia que nos lleva a encontrar la paz en nuestro corazón. Si ahí no lo encontramos, será inútil buscarla en otra parte del mundo.
El descanso se alcanza cuando salimos de nosotros mismos, de nuestro egoísmo, y nos abrimos al otro, entonces ahí entra Dios y el prójimo. Descansamos cuando liberamos nuestro corazón de angustias egoístas y de complicaciones innecesarias que nos creamos nosotros mismos, o porque permitimos que la sociedad o la moda nos las creen.
No se puede descansar cuando la insatisfacción, la tristeza, el miedo, el agobio, la preocupación, la culpa, etc., etc., nos atenazan. Abramos nuestro corazón a Dios, y todo eso, pongámoslo delante de Jesús, y aprendamos a descansar en Él y con Él.
Estimado lector, pido a Dios te bendiga y te conceda todos los deseos y anhelos de tu corazón, además de que nos conceda el don de la humildad para recibir la Buena Nueva de Jesús. Bendecido domingo, y por favor, no te olvides de rezar por la conversión de un servidor y la de todos los sacerdotes de nuestra iglesia diocesana.