Estimado hermano, en este quinto domingo de Cuaresma (Ciclo B), la Palabra de Dios nos habla con el Libro del profeta Jeremías (Jer 31,31-34); el Salmo 50 (Crea en mí, Señor, un corazón puro); la Carta a los Hebreos (Heb 5,7-9); y el Evangelio de san Juan (Jn 12,20-33). El tema central: En la entrega de la vida es donde se manifiesta y aparece la gloria y plenitud de Dios.
Deseo compartir esta reflexión en cuatro pequeños apartados:
El contexto. El Evangelio nos presenta dos episodios unidos con una misma idea teológica: “la llegada de la hora” o el momento en que el Padre manifiesta su ‘gloria’. Todo esto sucede en el “dar la vida” propia, pues sólo así se adquiere vida eterna, se da fruto y el Padre nos glorifica.
El primer episodio es el de los griegos que buscan a Jesús (vv. 20-26). En esta apertura del Evangelio al mundo gentil juegan un papel importante Felipe y Andrés, de ellos solo tenemos como referencia su muerte en cruz, lo cual nos sitúa en Grecia. Su testimonio confirma que seguir a Jesús, continuar su obra, anunciar la buena nueva, evangelizar, es dar la vida para que el Padre sea glorificado, para que surja la auténtica vida.
El segundo episodio nos habla del abatimiento de Jesús ante su muerte (vv. 27-36). El Evangelista, nos narra (sin mencionar la dura escena del Huerto de los Olivos) la manera humana en que Jesús vive el inicio de los misterios pascuales.
Así, la “hora” (que es un tiempo teológico) es el momento del Padre que Jesús hace suyo y al que se dirige toda su actividad. El evangelista la concreta al situar la muerte de Jesús en la “hora sexta” (19,14), momento en que comenzaba el sacrificio del cordero pascual.
Así “la hora” es el momento de la muerte-entrega de Jesús, el Cordero de Dios (1,35) que pone fin a la antigua Pascua e inaugura la Pascua definitiva. Ahí, en este hecho que humanamente solo parece fracaso, se manifiesta la gloria de Jesús (v.23), y, a través de Él, la gloria del Padre (v.28).
En la entrega de la vida es donde se manifiesta y aparece la gloria y plenitud de Dios, de su amor, y la gloria y plenitud de Jesús y la del discípulo (la nuestra).
El testimonio de Jesús, cómo vivió humanamente su propia muerte El texto del Evangelio nos permite adentrarnos profundamente, tanto en la actitud como en los sentimientos de Jesús ante su muerte:
• Sabe que han tramado su muerte, pero no huye. Olvidándose de sí mismo está decidido a dar la vida por los demás. Con la imagen del grano de trigo que muere expresa la fecundidad de su muerte.
• Sabe que su muerte es un acontecimiento de valor salvífico universal, lo cual se manifiesta en los griegos que quieren verle y en la afirmación del v.32: “atraeré a todos hacía mí”.
• Vive su muerte como un triunfo sobre las fuerzas del mal. Pero, al mismo tiempo, la vive como angustia y tentación (v.27). Aunque se encuentra profundamente abatido y siente deseos de evadirse, reacciona reafirmando su decisión.
• Quien quiera ser su discípulo, ha de estar dispuesto a seguirle y compartir su suerte en la muerte y en la vida. Por eso nos invita a seguirle (v.26).
Si el grano de trigo no muere. Jesús es claro: “si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda infecundo; en cambio, si muere, da mucho fruto” (v. 24). No se puede engendrar vida sin dar la propia. No se puede hacer vivir a los demás si uno no está dispuesto a des-vivirse por los demás.
En el ejemplo que Jesús utiliza (caer en tierra y morir) es la condición para que el grano libere toda su energía que tiene, así entonces, el fruto comienza en el mismo grano que muere. Lo mismo sucede en la vida del discípulo, el don total de sí es lo que hace que la vida sea realmente fecunda, pues Jesús está hablando de sí mismo y de los que quieren ser sus discípulos.
También es necesario aclarar, que Dios no quiere ni la muerte ni el sufrimiento (como si fuéramos masoquistas), pues es el Dios de la vida. Pero hay un sufrimiento que es necesario asumir: el sufrimiento aceptado como precio y consecuencia de nuestra lucha y esfuerzo por desaparecer el sufrimiento o el dolor en las demás personas.
Cuando uno ama y vive intensamente su vida, no puede ser indiferente al dolor, grande o pequeño, de otras personas. Amar al prójimo incluye sufrimiento, compasión y solidaridad en el dolor.
Ha llegado la hora. La actividad de Jesús, no es solamente un camino hacia la “hora”, es salvación en el acto. No podemos excusarnos pensando que hay momentos oportunos para vivir en el horizonte de Dios y de su plan, y otros que no tienen importancia.
Se trata de vivir toda la vida, cada momento, siguiendo a Jesús y recorriendo su camino. Es decir, es vivir toda nuestra vida, cada uno de sus momentos, con un dinamismo de entrega total, aceptando un camino de pasión por defender la vida y dar la vida.
“Ha llegado la hora” ha de recordarnos a cada uno de nosotros que nuestra vida tiene sentido cuando manifiesta la gloria de Dios, y que la gloria de Dios es que el hombre viva.
Estimado hermano, pido a Dios te bendiga y que, con su auxilio avancemos animosamente hacia el grado de amor con el que su Hijo Jesús, se entregó a la muerte. Bendecido domingo, y por favor, no te olvides de rezar por la conversión de un servidor y la de todos los sacerdotes de nuestra iglesia diocesana.