Hemos iniciado un mes muy especial, como lo es septiembre, mes de la patria, pero también como católicos cristianos, no olvidemos que también es el mes de la biblia. También recordamos en este mes a San Jerónimo, por orden del papa Dámaso, realiza la traducción de la biblia del hebreo y del griego al latín. Gracias a eso podemos disfrutar de la riqueza de esta.
El texto de hoy nos describe la curación, de aquel hombre, que fue presentado ante Jesús, aquel hombre sordo mudo, una situación difícil y complicada humanamente, porque para Jesús, no lo es, ya que para él todo es posible. Jesús atiende con amor, aquella situación, solo le pone una condición, que no se lo cuente a nadie.
¿Por qué Jesús le pediría aquel hombre que no se lo contara a nadie? Recordemos que la misión de Jesús no era curar enfermos si no instaurar el reino de Dios, y dentro de este proyecto ante las necesidades del hombre atendía este tipo de situaciones, lo cual causaba admiración entre los que atestiguaban los milagros.
Obviamente la petición de Jesús era algo complicado de realizar, porque cuando hemos sido capaces de experimentar a tal magnitud el amor y la misericordia de Dios, no lo podemos callar, vamos pregonando abiertamente a tiempo y a destiempo, yo creo que nosotros en su lugar actuaríamos exactamente igual.
Imaginémonos ese gozo del hombre, sordo y tartamudo, fueron tiempos difíciles, para relacionarse con los demás, para convivir, con quien lo rodeaba, que seguramente lo estimaban bastante, porque lo llevaron con fe y suplicando a Jesús que les hiciera el milagro. Y como toda oración es escuchada por Dios la respuesta fue precisa.
Meditemos nosotros en nuestra relación con Dios, que cosas nos mantienen sordos, que situaciones nos mantienen mudos, y algo muy importante que para ir sanando y destrabando nuestra alma necesitamos de los demás, tener la humildad para aceptar la ayuda de nuestros, amigos de nuestros familiares.
Fue la humildad de aquel hombre, la fe de sus amigos y la fe misma de él, quien fueron capaces de realizar tan maravilloso milagro. Por eso comentaba que analicemos nuestra vida para ir descubriendo las trabas más fuertes de nuestra vida de nuestra relación con Dios, dejemos ayudar para que suceda él milagro.
Seamos capaces de analizar lo que Dios a hecho en nosotros, a lo largo de la vida, para que así como el sordo mudo no se calló, seamos capaces de compartir con nuestros hermanos con nuestro testimonio de vida, la grandeza del amor de Dios, y ayudar para que los que se encuentran solos, desamparados, desilusionados, en encuentren refugio en Jesús.
Hay un signo que Jesús realizo en el enfermo, y ese mismo signo se realiza en nuestro bautismo, el sacerdote toca los labios y oídos de los bautizados, mientras dice: “El señor Jesús que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo, escuchar su palabra y profesar la fe, para alabanza y gloria de Dios padre”. Así que hay que poner en práctica la palabra de Dios, ser testigos de lo que hemos visto y oído para ser profetas de nuestro tiempo.
Recuerda Dios sin ti sigue siendo Dios, pero tu sin él no eres nada. Su amigo y servidor Pbro. José Dolores Muñoz Trujillo