El humanismo que caracteriza al gobernador Américo Villarreal Anaya en el ejercicio público tiene una respuesta poblacional sin parangón, pues en dos años ha revertido sustancialmente la desconfianza hacia las instituciones, a grado tal que ahora asoma una comunión harto fortificada entre la sociedad y su administración, aunque hay dependencias que no le han respondido al cien –de eso se ocuparía en lo sucesivo, así lo creo–, pero lo cierto es que hay avances considerables.
En lo político, el mandatario se ha mantenido al margen de diferencias partidistas dejando que cada individuo se conduzca a su libre arbitrio. Pero siempre respetando la legalidad, como puede confirmarse con la crítica del bloque opositor que aún no entiende que ya pasó su tiempo y son otras las circunstancias.
Se ha mostrado, el doctor, muy tolerante, por saber que la democracia involucra a todos por igual, sin distingos económicos, sociales ni de ningún otro tipo, pues consciente está de que es el gobernador de todo el pueblo y no sólo de quienes por el votaron en las elecciones del 2022.
Así que a sus simpatizantes y opositores les da el mismo trato amable y respetuoso que siempre lo ha distinguido, sin predilecciones ni fobias, en aras de alcanzar el bienestar de los tamaulipecos. Su propósito primario.
Hablando del aspecto social nadie puede negar que, Américo Villarreal Anaya, ha impulsado enérgicamente el rescate de quienes menos tienen. Y cumplido con la oferta de ‘primero los pobres’, pues a través de secretarías a su cargo responsables de atender el rubro y del Sistema DIF-Tamaulipas ha impulsado con recursos estatales, programas de apoyo, reincorporación a la actividad productiva y empleos a miles de conciudadanos.
En materia de salud, ha convenido con el IMSS-Bienestar brindarles el servicio médico a miles de tamaulipecos carentes de ese derecho, al través de la adhesión del estado al proyecto federal, lo que redundará, en un corto tiempo, a que toda la población tamaulipeca (+/- 3.7 millones) reciba, por lo menos, asistencia facultativa.
Los escolapios del nivel básico también están contemplados para que no abandonen su instrucción primaria y/o secundaria (mediante becas y de alimentación caliente (ésta cada día), aunque su propósito va más allá, con la inclusión de estudiantes del nivel medio superior y superior porque éstos significan la continuidad de la transformación estatal.
En concordancia con el Gobierno Federal Américo ejerce un programa de apoyos a los adultos mayores, madres trabajadoras y a las víctimas que ha generado la inseguridad que, admito, es otro tema.
Respecto al asunto económico, en los dos años que lleva al frente del estado, asoman inversiones importantes que generan empleos e impuestos estatales y federales para sostener las finanzas –aparte contribuyen a las obras la regularización vehicular que se extendió hasta el 2026–, y, sobre todo, la idea que tienen capitales nacionales y extranjeros de instalarse en Tamaulipas.
Esta situación, como el marco geográfico que le ofrece la entidad a los hombres de negocios, seguramente traerá al estado nuevas inversiones, al resultar un estado atractivo para instalar plantas o consorcios como ha sido demostrado en los últimos 24 meses.
El tema más delicado, hay que reconocerlo, es el de la seguridad, pero el gobernador cotidianamente lo analiza en mesas de trabajo y ahí dispone, junto a sus interlocutores representantes de las Fuerzas Armadas, medidas a tomar, cada día, para garantizar el bienestar de su pueblo y de su gente.
Los demás rubros son igual de importantes, quizás más quizás menos, así que también los incluirá en su recuento del domingo próximo.
Como fuere, lo destacado es que, Américo Villarreal Anaya, avanza. Y firme, en su proyecto de rescatar a Tamaulipas del oprobio y olvido, al que fue sometido en épocas pasadas.
Con voluntad y humanismo inició, hace dos años, la reconstrucción de Tamaulipas.
Y a dos años, también, se ve la transformación del estado.
Revés a Prieto
Contra lo que opine el presidente de la Junta de Gobierno del Congreso del estado, Humberto Armando Prieto Herrera –quien fuera diputado federal al representar al PAN entre 2012 y 2015; y ahora es diputado local (morena)–, sí es en un mal principio, para él y la LXVI Legislatura que encabeza, que Gerardo Peña Flores rindiera protesta como diputado local por el membrete albiceleste.
Y quizá, también, se apersone Ismael García Cabeza de Vaca, dentro de su mandato al frente de la legislatura.
Mal previó, el ex panista, que, con la inhabilitación de Gerardo Peña le cobraría a su examigo, exsocio, expatrón Francisco Javier García Cabeza de Vaca las degradaciones que él como su padre –José del Carmen Prieto Valenzuela–, aguantaron en su connivencia con éste sátrapa.
Pero, como las piedras, vuelven a juntarse, a través de otro lacayo.
No es, éste, un asunto de la legislatura, sino un cobro de facturas. Y lo sabe bien, bien que lo sabe, el ahora mandamás del Congreso.
Cicuta
En la masacre de la Plaza de las Tres Culturas (hace 56 años) –situada en la Unidad Nonoalco-Tlatelolco –Ciudad de México hoy, antes era el Distrito Federal–, perpetrada por el Ejército, el secretario de la Defensa Nacional y ordenador de la masacre contra estudiantes, maestros, ciudadanos y niños fue el general Marcelino García Barragán.
El abuelo de Omar García Harfuch, quien, ahora, ostenta la cartera de secretario de Seguridad y Protección Ciudadana.
Es hijo, Omar, de otro represor: Javier García Paniagua.
¿Actuará como sus antecesores?
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