El humanismo es un valor que Américo Villarreal Anaya aplica y practica en su ejercicio gubernamental –a diferencia de sus dos antecesores que en el cargo se sostuvieron practicando mandatos autoritarias–, y eso lo confirma la comunión que el doctor sostiene con sus gobernados.
Así he podido comprobarlo en distintos actos, donde el mandatario se ha dejado querer por la gente que, espontáneamente, llega a saludarlo de mano, abrazarlo e incluso dialogar con él, sin ser desplazada por su equipo de seguridad.
En ocasiones la llamada ‘clase política’ –que tradicionalmente suele ir de todas, a todas–, se ha conducido discretamente en los eventos públicos que encabeza el mandatario, como ocurrió en la víspera, durante el desfile conmemorativo del CXIV aniversario del inicio de la Revolución Mexicana.
Cosa que me da harto gusto. Sobre todo, porque con ello he confirmado que el doctor no pierde el paso ni el piso privilegiando a quienes más tienen, pues las necesidades de su pueblo, para él, son prioritarias.
Con esta actitud el Gobernador disipa cualquier duda en cuanto a su sensibilidad política. Y ha dejado en claro que en su régimen ha logrado dignificar el quehacer administrativo; rehusado utilizar la rudeza como método de gobierno para dar paso a la política humanista e incluyente; y, lo mejor, busca devolverle al estado la certidumbre y el rumbo en cuanto a su desarrollo económico, social y político, aun cuando el espectro de la inseguridad no ha podido ser ahuyentado en tiempo y forma por la autoridad federal responsable de ello.
Usted seguramente igual lo ha percibido.
Y seguramente compartirá mi apreciación de que los detractores de Villarreal Anaya harían bien en reconsiderar sus posturas, pues Américo mismo más temprano que tarde les ha demostrado que están equivocados –como también lo hiciera cuando quisieron ponerle obstáculos en su búsqueda de la gubernatura–, refrendando que se requiere más que críticas simplonas para detener su proyecto gubernamental.
Ahora bien, baste saber que la acertada conducción de cualquier sistema de gobierno sólo puede tener éxito cuando se ejerce un liderazgo a toda prueba; una política humanista que persiga como prioridad el bienestar social sin anteponer intereses personales o de grupo que tiendan a lesionar o fracturar a la sociedad en su conjunto.
Por tanto, vale la pena analizar someramente qué ha ocurrido en lo político, económico y social durante su mandato, pues los resultados ofrecidos a la entidad muestran avances programáticos en torno a la transformación de Tamaulipas y alivios sustantivos a favor de los sectores sociales más vulnerables, que permiten paliar en parte los efectos de la crisis económica.
El aspecto político, sin duda alguna, es el indicador de un nuevo estado de madurez. Pero no sólo eso, sino que además constituye una muestra de la restauración de la legalidad y del término del clima de desacuerdo e inconformidad que privó entre los principales actores a lo largo de muchos años, cuando la democracia fue pisoteada por un sistema represivo y autoritario.
Postulados revolucionarios
Han transcurrido 114 años del levantamiento armado en México provocado por la dictadura de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori –dictador que ejerció el poder por más de tres décadas–, pero sus postulados siguen sin ser atendidos estrictamente.
Las causas principales de ese movimiento revolucionario fueron, por lo menos, la desigualdad social y la concentración de la riqueza.
En el porfiriato México tuvo un crecimiento económico importante. Sin embargo, la riqueza quedó repartida en unas cuantas manos nacionales y en otras pocas extranjeras.
No existía la libertad política, ya que pueblo no podía elegir a ningún representante dentro de los poderes estatales ni los federales. Estos eran impuestos por Porfirio Díaz, quien, pese a estar en contra de la reelección, quiso eternizarse en el poder.
Despojo de sus tierras a campesinos. Hizo una serie de reformas a la legislación que facilitaban la entrada a compañías extranjeras para que se adueñaran de ‘terrenos baldíos, los cuales pertenecían a indígenas, campesinos o gente muy pobre que no tenía el dinero para trabajar sus tierras y eran despojados de ellas.
Creo latifundios. Las haciendas de gran extensión pertenecían a unos pocos propietarios mientras la mayoría de los mexicanos moría de hambre.
Disminuyó la calidad de la enseñanza popular. El 80% de la población era analfabeta, pues así convenía a los dueños de la riqueza encabezados por él.
No había libertad de expresión, pues la prensa tenía prohibido emitir cualquier tipo de opinión en contra del gobierno y las huelgas estaban prohibidas para todos los sectores, así que los obreros y campesinos carecían de protección laboral, por lo cual estaban expuestos a la sobreexplotación. La mayoría de los trabajadores debían cumplir con jornadas de más de 12 horas por un sueldo miserable de 75 centavos.
Había represión y uso de la fuerza, las condiciones laborales eran pésimas, sin embargo, cuando los trabajadores y campesinos trataban de manifestar su inconformidad, fueron reprimidos brutalmente. Un ejemplo es el asesinato de obreros durante la Huelga de Cananea (1906) y de Río Blanco (1907).
La nación demandaba principios democráticos y sociales esenciales como: igualdad, justicia, equidad y libertad para un pueblo que sufrió de demasiados abusos durante 30 años de dictadura.
Esto motivó a Francisco I- Madero a levantarse en armas, tras no ser respetado por Porfirio Díaz el acuerdo de ‘sufragio efectivo no reelección’, al perder (éste) los comicios.
En la alzada intervinieron los hermanos Flores Magón –Ricardo, Jesús y Enrique–, Doroteo Arango Arámbula (Francisco Villa), Emiliano Zapata y Felipe de Jesús Ángeles Ramírez.
También Álvaro Obregón, Heriberto Jara, José Vasconcelos, Francisco J. Mújica, José María Pino Suárez, Filomeno Mata, Carmen Serdán, Andrés Molina Enríquez, Luis Cabrera, Eulalio Gutiérrez, Otilio Montaño, Belisario Domínguez y otros.
Este aniversario conmemorativo –por disposición de Felipe Calderón Hinojosa–, sin embargo, cambio su fecha de celebración al tercer lunes del mes de noviembre. Y desde entonces mal se recuerda a los próceres revolucionarios, mezclándolos con los traidores José Victoriano Huerta Márquez, Venustiano Carranza y José María Guajardo Martínez –quien asesinara cobardemente al ‘Caudillo del Sur’ (10 de abril de 1919)–, y la familia de asesinos que ultimó al ‘Centauro del Norte’ en julio 20 de 1923.
En fin, ya en otra ocasión ahondaremos sobre los próceres, cuyo legado fue plasmado en la Constitución Política de 1917, pero sigue sin atenderse adecuadamente.
Correo: jusam_gg@hotmail.com