Es el último, el sexto, pero los rumores crecen y algo hay. Por primera vez en el último cuarto de siglo, se habla que el Gobernador no asistirá personalmente a entregar su informe al Congreso del Estado.
Nada oficial, como dice el pastor legislativo Armando Zertuche, pero acepta comentarios de los panistas en el sentido de que Francisco Javier García “tiene su agenda” que no le permitiría ir a la sesión el día que le fijaron.
No era la fecha que quería. Habría sido el motivo por el que los diputados de la bancada azul se abstuvieron de votar el punto de acuerdo, o no quiere sentirse incómodo ante un pleno con cuya mayoría se ha confrontado. Por primera vez en el último siglo domina la oposición.
Fuentes de Palacio filtran que mandará a un personero, lo cual legisladores morenos califican como “una descortesía”, un desaire, sin que sea violación a la Ley.
El pleno decidió que la recepción del documento sea el 15 de marzo, el último día hábil para hacerlo.
Lo anterior nos recuerda que el sombrerudo Manuel Cavazos Lerma fue muy práctico. Mandaba a su secretario general, Jaime Rodríguez Inurrigarro, con el legajo de papeles bajo el brazo para hacerlo llegar al titular de la mesa directiva. Le quitaba tiempo para andar de baile en baile por los municipios.
Con ello quedó demostrado que no hace falta que se presente el Gobernador. No tiene otro significado que culto a la personalidad, satisfacer egos, sentirse amado con falsos baños de pueblo que cuestan millones al erario ¿qué beneficios puede traer al ciudadano común?.
Corresponde a los diputados analizar el documento en fechas posteriores y, en honor a la verdad, no lo procuran ni tienen tiempo de leer cientos de cuartillas. Diríamos que es algo inútil que “ni perjudica ni beneficia” a los ciudadanos “sino todo lo contrario”, frases que se le atribuían al ya centenario Luis Echeverría Alvarez.
Si lo vemos con más frialdad, los diputados son 36 (ahora) que significan el mismo número de votos constitucionales. Los que interesan están afuera, en los conocidos como “mininformes” regionales.
El llamado “día del Gobernador”, el del informe, es parte de la historia. Lo echaron abajo los partidos de oposición (de izquierda) al interpelar al Presidente (en el congreso federal) y al Gobernador (en lo doméstico).
Pero tampoco hay necesidad de los miles de acarrados que popularizaron Geño Hernández (“Ugenio” como le decían las jefas de grupo del tricolor) y Egidio (en sus arranques de catedrático que nunca fue) explicando en el Poliforum las pocas obras que hizo su gobierno.
Las legislaturas, siempre dominadas por el gobernador en turno, no hicieron un solo reclamo y menos juicios por distraer dinero de las arcas públicas. Siempre dóciles y acostumbrados a comer de la mano del inquilino de Palacio.
Por cuanto al ordenamiento, la Ley es laxa. Cada quien le da las interpretaciones que quiere. No es obligatoria la presencia física del titular del Poder Ejecutivo. Es más, ni le interesa a la comunidad.
La Constitución solo dice que “en fecha de la primera quincena de marzo de cada año, que determine el Pleno, celebrará sesión pública y solemne para el único objeto de recibir el informe del Gobernador del Estado sobre el estado que guarda la administración pública a su cargo, conforme a lo previsto por esta Constitución”.
Es el Congreso el que hacía la “fiesta” en sesión pública, ordinaria y solemne, recibir con fanfarrias al jefe político y decirle que era el mejor con su “documento histórico”.
A la luz de las experiencias ¿qué caso tiene recibir informes de los gobernadores? Las cuentas públicas son las que deben ser analizadas por la Auditoría Superior para exigir números claros y procesar a quienes se fueron “al baño”.
La Carta Estatal dice también que los gobernadores deben concurrir a la apertura de los periodos ordinarios (que son dos) del Congreso, “pudiendo informar” en ellos acerca de todos o algunos de los ramos de la administración a su cargo, algo que no hacen.
Hasta hace poco los informes eran en la primera quincena de noviembre; más antes el cinco de febrero. Miles de acarreados al Centro Cívico Gubernamental, Centro Cultural Tamaulipas, Teatro Juárez, Estadio Marte R. Gómez y en aquellos años la Escuela Normal y Preparatoria (7 y 8 Matamoros), declarados por el Congreso como “recintos oficiales” por una sola ocasión.
Dejaban una derrama económica a la capital por hoteles y restaurantes, rentados todos por el gobierno del Estado. Los taxistas contratados por decenas y a los grupos musicales que amenizaban en cada esquina.
En la era de la ¿transparencia? Sabemos que es imposible suprimir los informes, pero sí pueden actualizar esquemas.Sigue siendo lo mismo desde 1831 cuando el Gobernador Juan Guerra, interino por 13 meses, presentó dos cuartillas ante la III legislatura.
A últimas fechas los eventos son fríos y sin interés. Ya no vienen representantes del Presidente de la República ni gobernadores de entidades vecinas ¿para qué?. Por eso yo estoy de acuerdo en que Francisco Javier mande con un segundón (¿Gerardo Peña?) el Sexto Informe, y los gobernadores que siguen, sean de Morena o Pan, hagan lo mismo.
Para cerrar, diversos eventos con motivo del Día Internacional de la Mujer este ocho de marzo. El organizado por el ayuntamiento de Victoria será a las cinco de la tarde en el edificio de Presidencia, 17 Hidalgo.