Estimado hermano, en este primer domingo del Tiempo de Adviento (Ciclo B), la Palabra de Dios nos habla con el Libro del Profeta Isaías (Is 63,16-17.19; 64,2-7); el Salmo 79 (Señor, muéstranos tu favor y sálvanos); la primera carta de san Pablo a los Corintios (I Cor 1,3-9); y el Evangelio de San Marcos (Mc 13,33-37). El tema central: Estar alertas y escuchemos; llenos de alegría vivamos el hoy de nuestras responsabilidades.
Deseo compartir esta reflexión en tres pequeños apartados:
El contexto litúrgico. Hoy, iniciamos un nuevo ciclo litúrgico (Ciclo B) o lo que es lo mismo, un nuevo año litúrgico. Decía San Juan Pablo II que el año litúrgico es el camino a través del cual la Iglesia hace memoria del misterio pascual de Cristo y lo revive.
Tiene una función catequética que es la de enseñarnos los misterios de Cristo para celebrar el misterio de la salvación cumplido en Cristo; y una función salvífica, es decir, en cada momento del año litúrgico se nos otorga la gracia específica de ese misterio que vivimos.
En otras palabras, podríamos decir que el año litúrgico honra religiosamente los aniversarios de los hechos salvíficos, ofrecidos por Dios, para actualizarlos y convertirlos, bajo la acción del Espíritu Santo, en fuente de gracia divina, aliento y fuerza para nuestra vida cristiana.
El evangelista que nos guiará será San Marcos, el cual nos invita a mirar la realidad desde la fe. Nos anima a encontrar a Dios en nuestra vida cada día. En realidad, Marcos quiere narrarnos la vida de Jesús teniendo en cuenta los hechos históricos y las verdades de la fe.
El tiempo de adviento. El término “Adviento” proviene del latín “adventus” y significa “venida” o “llegada”. Es un tiempo especial de preparación con el que se inicia un nuevo año litúrgico.
Litúrgicamente está compuesto por cuatro domingos previos a la navidad y componen un camino litúrgico y espiritual caracterizado por la esperanza cristiana y la conversión del corazón para vivir alegremente el gozo íntimo de la salvación en la navidad.
Durante este tiempo, el color que se usa es el morado, el cual simboliza el sentido de penitencia y la austeridad; y como lo remarca el evangelio de este domingo, la necesidad de conversión, de ‘estar preparados’, de avivar alegremente nuestro corazón por el inminente nacimiento del Niño Dios.
Las lecturas bíblicas tienen como objetivo hacernos reflexionar sobre el nacimiento o llegada del Mesías, y se valdrán principalmente de tres figuras: el profeta Isaías, San Juan Bautista y la Santísima Virgen María. La Iglesia nos los presenta como grandes modelos para estar preparados y que Dios nazca en nuestro corazón y en nuestras vidas.
También podemos decir, que el adviento se divide en dos partes. La primera, llamado adviento escatológico, que en este año litúrgico irá desde el 3 hasta el día 16, y se nos invita a reflexionar en la segunda venida del Señor, es decir, la venida al final de los tiempos. La segunda parte, que va desde el día 17 hasta el 24, novenario (posadas) de preparación intenso al Nacimiento de Jesús; la preparación del corazón en cada uno de nosotros para celebrar la Navidad.
La Palabra de Dios en el I Domingo de Adviento. Tanto en la Encarnación como en la última aparición, el Dios que nos ama y esperamos es un Dios sorprendente. Sorprendente, porque el Dios que rasga los cielos y desciende no es un Dios ocasional u episódico; es el Dios-con-nosotros que quiere estar en medio de nosotros, en el centro de nuestra vida, y no en la periferia de nuestra existencia.
Sorprendente porque puede llegar en cualquier momento, al anochecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer, es decir, en cualquier momento. Así, su presencia y su venida, no está ligada ni a lugares especiales ni a privilegios. Sorprendente, porque para acogerlo hay que vivir el hoy en plenitud, esto significa, vivir responsablemente nuestras tareas y responsabilidades.
Para prepararnos a Dios que es sorprendente, nos es muy necesario el asumir una vida de discernimiento, es decir, aprender a leer los signos de los tiempos y tomar conciencia de nuestras responsabilidades y decisiones.
Así entonces, frente al presente, frente a lo que acontece en el mundo y en la sociedad, no podemos ni dormirnos ni desentendernos. Hay que estar alertas, no en señal de alarma, sino con las puertas de nuestro corazón abiertas para recibir al Niño Dios, hecho hombre para nuestra salvación.
Estimado hermano, pido a Dios te bendiga y que nos conceda vivir con alegría este tiempo de adviento que hoy estamos iniciando. Bendecido domingo, y por favor, no te olvides de rezar por la conversión de un servidor y la de todos los sacerdotes de nuestra iglesia diocesana.