Estimados lectores, hemos llegado al tiempo de la Cuaresma en la Liturgia de la Iglesia, y este domingo comenzamos un camino en el cual se nos invita a prepararnos durante 40 días para celebrar con gozo la Pascua, es decir, la Resurrección del Señor, fundamento de nuestra fe.
Apenas el miércoles pasado iniciábamos este tiempo litúrgico con la imposición de la ceniza, celebración en la que al ponernos la ceniza en la frente nos dijeron “arrepiéntete y cree en el Evangelio” o quizá usaron la otra frase sugerida “polvo eres y en polvo te convertirás”. Imagina que cambiamos estas frases por la siguiente: “arrepiéntete y enamórate del Evangelio”, de la Palabra de Dios, de la misericordia del Señor. Más que “hacer cosas” o realizar esfuerzos personales esta cuaresma, es una invitación a dejarse a amar por Dios, a abrirnos a su gracia.
En este recorrido escucharemos las tentaciones de Jesús en el desierto (Domingo I), la transfiguración de Jesús delante de Pedro, Santiago y Juan (Domingo II: Mc 9,2-10), Jesús en el Templo expulsando a los cambistas y hablando de la destrucción y reconstrucción del templo en 3 días (Domingo III: Jn 2,13-25), la analogía del levantamiento de la serpiente en el desierto por Moisés y Jesús levantado en la cruz para que todos tengan vida (Domingo IV: Jn 3, 14-21), luego unos griegos diciendo a los discípulos “Señor, quisiéramos ver a Jesús” (Domingo V: Jn 12,20-33). Y dentro de ésta quinta semana celebraremos la Solemnidad de San José esposo de María. Finalmente llegaremos al domingo 24 de marzo con la celebración de los Ramos y el inicio de la Semana Santa.
Así, en éste primer domingo que se nos proponen los siguientes textos para nuestra reflexión y preparación: Génesis 9,8-15, Salmo 24 con su estribillo “Descúbrenos, Señor, tus caminos”, 1 carta del apóstol San Pedro 3,18-22 y finalmente el Evangelio según San Marcos 1,12-15, sugerimos una reflexión sobre tres elementos fundamentales: la Alianza, el bautismo y las tentaciones.
La Alianza. La primera lectura nos presenta el tema de la Alianza que hace Dios con su pueblo a través de Noé. “Dios quiere tener una relación especial con los hombres” y por eso establece esa alianza: “Yo seré tu Dios; tú serás mi pueblo” (Ex 6,7). El Señor ha elegido a un pueblo para mostrarle su amor y para salvarlo. La cuaresma es un tiempo oportuno, privilegiado para renovarla, para fortalecerla, para volver a Dios a través de la conversión, para reconocer como dice el salmo “Tu eres nuestro Dios y salvador”.
El desierto. Dice el Papa Francisco que “la cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser el lugar del Primer Amor” (mensaje del Papa para la cuaresma 2024). Es el lugar donde aprendemos a vivir con lo esencial, donde nos distanciamos de muchas cosas y personas para encontrar el justo equilibrio y el justo valor. En esta cuaresma todos estamos llamados a buscar nuestro propio desierto, es decir, a reflexionar, hacer un alto, a interiorizar de dónde venimos y hacia dónde vamos, a dejarnos conquistar por el Señor.
El bautismo. La Cuaresma es un tiempo fuerte, un tiempo de conversión, para vivir auténticamente el bautismo. La vivencia de éste sacramento que muchos de nosotros tenemos se va empolvando con la rutina y las actividades diarias. Entonces en este tiempo privilegiado podemos y estamos llamados a morir al pecado y a recibir la gracia para vivir la vida nueva de hijos de Dios que nos ha conquistado Jesucristo. Para eso la Iglesia nos propone la práctica de las obras de misericordia, la oración, el ayuno y la limosna.
El camino que recorreremos en este tiempo cuaresmal nos conduce a renovar nuestra fe, nuestra adhesión a Jesucristo que cada día nos dice: “Te he elegido como pueblo de mi propiedad, como mi heredad, como mío”. Para ello necesitamos volvernos a Dios, revisar nuestra vida, nuestros pasos, nuestro caminar. Diría que es como un “resetearnos” como las computadoras para regresar al origen. El desierto, para nosotros simbólico porque no tenemos uno, será el espacio que hacemos para que Dios nos vuelva a conquistar. Y el bautismo será la certeza que somos Suyos, que nos ha creado por amor y para amar, y somos sus hijos amados (Lc 3,22).
Preguntémonos: ¿Cómo me voy a preparar esta cuaresma para vivir plenamente la Pascua del Señor?, ¿cuáles son las tentaciones que me desvían del camino de Dios?, ¿descubro que la Eucaristía dominical es una ocasión para renovar la Alianza?, ¿cómo estoy viviendo mi filiación divina (hijo de Dios)?
Que el Espíritu Santo que impulsó a Jesús en su vida nos ayude también a nosotros a prepararnos y a recorrer este camino cuaresmal. Te deseo un bendecido inicio de semana.
Fraternalmente: P. José David Huerta Z.