Queridos lectores, hemos llegado a la “puerta” de la Semana Santa. Hoy la Iglesia en todo el mundo celebra el llamado Domingo de Ramos recordando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén donde lo recibieron efusivamente agitando en sus manos palmas o ramos. También en las misas de hoy se puede realizar una procesión hacia el templo portando los ramos. Antes de iniciar se proclama el evangelio de la entrada del Señor a Jerusalén según Jn 12,12-16.
Para algunas personas estos días son vacaciones, quizá de descanso, pero para los cristianos representan el corazón del Año Litúrgico, porque celebraremos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, fundamento de nuestra fe. Son días de reflexión, días de meditación en el amor de Jesús que salva, días para acercarse a la confesión, para vivir en familia las celebraciones de la Semana Santa.
¿Cómo llegamos hasta aquí? Hemos hecho un camino cuaresmal a través de cinco domingos donde fuimos reflexionando diversos misterios de la vida de Jesús. Comenzamos con el desierto y las tentaciones, luego la transfiguración del Señor, la expulsión de los que vendía en el Tempo donde habló de la reconstrucción del mismo en tres días, la analogía de la serpiente levantada en el desierto por Moisés y su muerte en cruz y los griegos pidiendo “ver” a Jesús.
En este domingo encontramos al menos dos momentos diferentes. Por un lado la alegría y algarabía de Jesús montado en un burrito que sube a Jerusalén y la gente lo aclama; y por otro lado las lecturas de la misa que nos hablan de su Pasión. En el Evangelio de este día se leerá la Pasión del Señor según san Marcos (Isaías 50,4-7; Salmo 21; Filipenses 2,6-11; Mc 14,1-15,47). La Pasión solamente se proclama dos veces al año: este domingo y el viernes santo. Ciertamente es una lectura larga pero vamos a proponer una clave de lectura.
Contexto. Dicen los biblistas que al menos medio millón de judíos peregrinos se congregaban por lo menos una vez al año en Jerusalén para celebrar la Pascua. Era una celebración familiar y Jesús y sus discípulos suben también para cumplir con la Ley. Esta fiesta recordaba la travesía del pueblo de Israel por el desierto y su liberación. La fiesta de los Panes Azimos que se menciona al inicio de la Pasión recordaba también la prisa y la urgencia de salir de la esclavitud, de manera que comieron panes sin levadura por la rapidez de la salida.
A estas alturas también las autoridades judías ya habían tomado la determinación de eliminar al incómodo de Jesús. No querían problemas con los romanos, quienes les daban libertad religiosa a cambio de no tocar los impuestos y que no hubiera protestas. Sin embargo la muerte de Jesús cambiará todo.
Clave de lectura. En Betania una mujer anónima se encuentra con el Maestro quien está en casa de Simón el leproso. Según la Ley de Moisés no podían estar allí porque era un impuro al tener esa enfermedad. Es un ambiente de familia, de amigos, de un pequeño círculo. ¿Qué sucede? Que la mujer derrama un perfume muy caro, de 300 denarios (lo equivalente a un año de trabajo), en la cabeza de Jesús. Ante ello se dan dos reacciones: la de algunos presentes y la de Jesús.
En la escritura el perfume significa la “dimensión olfativa del amor”, es decir, expresa el amor de Dios por la persona, por ejemplo cuando se ungían a los profetas y a los reyes. Nosotros también lo tenemos presente en los sacramentos y da dignidad a la persona que lo recibe.
Algunos presentes critican lo realizado por la mujer señalando que es algo inútil, superfluo, innecesario, un despilfarro, es malgastar algo que es caro. Representa la mentalidad mercantil del ganar-ganar. Y argumentan que podría haberse aprovechado para venderse y dar el dinero a los pobres. En cambio las palabras de Jesús hacen ver que ella ha entendido el destino del Maestro en la cruz. Se ha adelantado a embalsamar su cuerpo. Es un signo incipiente de la resurrección.
La lógica de la cruz que nosotros estamos llamados a considerar no es el hecho de que Jesús murió porque así lo quería el Padre sino que murió porque nos amó hasta el extremo de dar la vida por nosotros, como una madre o un padre que dan la vida por sus hijos. Él quiso darse por completo sin exigir nada a cambio. Es una acción de gratuidad pura. Por eso la cruz es “perfume de amor derramado”, como el de la mujer de la lectura de la Pasión.
Casi al final de la lectura de la Pasión un oficial romano dice: “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Hacia allá nos quiere llevar la Palabra de Dios de estos días, hacia esa conclusión nos invitan a caminar “estos días santos”, a encontrarnos con Jesús que salva y que nos ama.
¿Cómo viviré estos días? ¿Cómo me prepararé para celebrar mi fe? ¿Cómo responderé al amor desmedido de Jesús en la cruz? Que la santísima Virgen nos ayude a disponer nuestro corazón para Jesús. Feliz y bendecida Semana Santa!
P. José David Huerta Zuvieta