Durante décadas, el sistema educativo nacional ha estado supeditado a los caprichos del corporativismo magisterial que, en su búsqueda del poder por el poder mismo, mucho ha contribuido al estancamiento de la enseñanza y a la comercialización de ésta, en un descarado atentado al artículo tercero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Actualmente, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) agrupa a más de un millón 700 mil afiliados en todo el país –acá en Tamaulipas suman +/- 45 mil sus agremiados–, y recauda cuotas que acarician anualmente los ¡dos mil 500 millones de pesos!
Sin embargo, el censo de los maestros y sus contribuciones al SNTE podría ser mayor, considerando a los grupos opositores que también son beneficiarios del sistema educativo como Punto Crítico y Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Hay que recordar que, hasta 1989, cuando Carlos Jonguitud Barrios se mantuvo como dirigente magisterial, los mentores rechazaban (en petit comité) cualquier otro cacicazgo corporativo, pero nunca actuaron abiertamente contra el grupo oficialista –fuera de los educadores alcistas del sur de México encabezados por Othón Salazar–, y en cuanto el potosino fue desplazado por Elba Esther Gordillo Morales (gracias a una disposición presidencial), los maestros inconformes empezaron a radicalizarse en su búsqueda de democratizar al gremio, aunque jamás plantearon una estrategia real para reorganizarse.
Menos cuando la chiapaneca, en un discurso reformatorio (sólo de a mentiritas, sobre los estatutos), se comprometió a que el SNTE se mantendría ajeno a los intereses de los partidos políticos y que sus dirigentes no ocuparían al mismo tiempo cargos partidarios ni de elección popular.
Es obvio que la primera en incumplir la oferta fue ella, al (durante las siguientes décadas) echarse en brazos de Carlos Salinas de Gortari, quien la llevó al poder sindical; Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, obligando a los secretarios generales (en turno) de las 61 secciones y a los jefes de las ocho mil delegaciones a respaldar sus maridajes políticos.
Con Enrique Peña Nieto no le funcionaron los chantajes y entonces fue encarcelada, además despojada de su cacicazgo magisterial, lo que aprovechó la CNTE para encabezar las demandas de maestros, pero con el añadido de que lo ha hecho respondiendo a intereses políticos y no gremiales.
De ahí que la chiapaneca, tras ser encarcelada por malos manejos administrativos (aunque en realidad fue por venganza política) y asumir Juan Díaz de la Torre la dirigencia –en el fondo éste operaba sólo como encargado de despacho–, al salir de prisión haya sido rescatada por Andrés Manuel López Obrador en 2018 –antes de éste asumir como Presidente de México–, para retomar el control de los maestros, en su objetivo de echar atrás la reforma educativa de Peña Nieto, pero el tiro le salió por la culata al no permitírsele retornar a la dirigencia, aun cuando antes fue nombrada presidenta vitalicia del SNTE, siendo entonces sepultada definitivamente por Alfonso Cepeda Salas.
Hoy el magisterio está entregado a Claudia Sheinbaum Pardo, pero la presidenta electa desconfía de sus dirigentes, según se ve.
Deserción universitaria
Según las estadísticas, en México, del 100 por ciento de los estudiantes que se inscriben a la primaria, tan sólo un 14 por ciento logra ingresar a aulas universitarias.
Es alarmante la cifra. Y por supuesto escandalosa.
Pero resulta aún más vergonzoso saber que en nuestro país, sólo una cuarta parte del alumnado que cursa una carrera profesional logra graduarse en calidad de pasantes –o sea, el 25 por ciento del 14% inscrito–, y las tres cuartas partes no concluyen su instrucción.
Y de esa cuarta parte que sí lo hace, las estadísticas señalan que sólo tres de cada 10 egresados o pasantes se titulan a tiempo.
¡Ah!, y hasta eso, con el moderno modelo educativo la mayoría lo hacen mediante cursos de titulación, o por correspondencia, siendo la causa principal de que incontables nuevos profesionistas a la hora del ejercicio profesional muestren falta de capacidad.
Antaño, Usted ha de recordar, para que un profesionista pudiera titularse requería concluir sus estudios universitarios, hacer servicio social y elaborar una tesis antes de ser candidato a presentar examen profesional.
Pero ahora es distinto.
Incluso, sé de instituciones que en una generación aceptaron que se inscribieran por decir algo 50 alumnos, de los que desertaron por lo menos la mitad, pero a la hora de tramitar títulos, ¡aparecieron más de un centenar!
Y no es cuento.
Allí están los miles de titulados que hasta cuando hablan lo hacen con faltas de ortografía y aquellos que se titularon como profesionistas en Contaduría sin saber resolver una ecuación; los agrónomos que no conocen más tierra que la de sus uñas y un sinfín de eruditos, también titulados, en distintas materias e ignorantes de éstas.
Por eso ahora, al principiar el nuevo ciclo escolar, es sumamente importante que se atienda la agenda educativa, a efecto de que las cifras arrojen mejores resultados cada año, para que los profesionistas titulados trabajen en las áreas que les competen y no como cajeros de tiendas de autoservicio y/o ayudantes del ayudante de quienes se sirven del poder.
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