Sé, de buena fuente, que Claudia Sheinbaum Pardo se reuniría en breve con los mandatarios estatales para hablar sobre la elaboración del Presupuesto de Egresos de la Federación correspondiente al 2025.
Y aunque todavía no se ha definido la fecha ni sin en ese encuentro participarán todos los gobernadores, asoma mucha incertidumbre por el planteamiento que podría hacer sobre su proyecto de austeridad, considerando que reiteradamente ha planteado la necesidad de ajustar el gasto público.
Esto no significa que su intención sea recortarles asignaciones a los estados y municipios –menos, por la grave situación económica que vive todo el país–, pero si, presumo, podría recomendar que la asignación de las partidas etiquetadas se aplique más estrictamente, pues desde el día uno de octubre próximo habrá un coordinador federal en cada entidad, para, según se dice, ‘vigilar su (cabal) cumplimiento’.
Obviamente ese proyecto no lo comparten algunos mandatarios, como son los pocos que le quedan a la oposición.
Sin embargo, es necesario que se sumen a las negociaciones ante la poca capacidad de maniobra, gestión y operación legislativa de los pocos diputados opositores al oficialismo, pues de entrada son minoría y de no atender el llamado de Sheinbaum llevarían en el pecado la penitencia, al ser votado por la mayoría el presupuesto que proponga Claudia.
Así que lo mejor sería atender su llamado al diálogo para negociar.
Cerrando filas
Hace unos días, el gobernador Américo Villarreal Anaya mostró clara disposición a trabajar de la mano con Claudia Sheinbaum Pardo. Sobre todo, en los asuntos del rubro social, que aparecerían en la agenda de la próxima presidenta de México, como temas prioritarios.
El principal, por supuesto, tiene qué ver con la seguridad pública por ser ésta un flagelo que se multiplica cotidianamente.
Y Tamaulipas es uno de los estados más afectados.
De ahí la importancia que tiene el anuncio del mandatario estatal, al declararse dispuesto a jugársela con la Federación, empatando planes y proyectos, programas y estrategias, en beneficio de la entidad por saber que, sólo trabajando conjuntamente, sería posible recobrar el bienestar.
¿Cuál comunismo?
Hay un extenso segmento poblacional que erradamente aún supone que Andrés Manuel López Obrador es un político de izquierda, con tendencia al comunismo, porque durante años así se lo divulgaron, perversamente, sus detractores priistas y albicelestes tras darse cuenta que su liderazgo (basado en la justicia social) empezó a crecer cual bola de nieve, a partir de que fuera jefe de Gobierno en la Ciudad de México.
Sin embargo, tal hipótesis carece de fundamento, pues ha sido, y es, el mentado ‘Peje’, un inflexible defensor de los postulados priistas desde hace cinco décadas (+/-), cuando causó alta para apoyar al poeta Carlos Pellicer Cámara en su proyecto senatorial, aunque desde antes asomó como férreo defensor de los marginados y sigue haciéndolo hasta la fecha.
Hacia 1977, el entonces Gobernador de Tabasco (Leandro Rovirosa Wade), también priista, lo nombró delegado estatal del Instituto Nacional Indigenista (INI) con residencia en Nacajuca (un municipio de la entidad) donde enseñó a los indígenas a cultivar la tierra en ‘camellones’ (y sobre pantanos), reproduciendo así su aprendizaje en Cuba, pero con éxito. Y eso atrajo la atención de Enrique González Pedrero –considerado como uno de los militantes más progresistas del tricolor–, quien lo habilitó (allá en 1988) como coordinador de su campaña gubernamental y después lo hizo director del Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del PRI; para posteriormente designarlo dirigente estatal.
Sin embargo, pocos meses duró al frente del partido porque decidió renunciar por la negativa de los alcaldes a transparentar el gasto público y eso produjo que empezaran a calificarlo políticamente como socialista, sin que el autor del libro ‘Una democracia de carne y hueso’ hiciera nada para impedirlo, pese a ser uno de sus promotores en política.
Allá en 1986 López Obrador presenta su primer libro intitulado ‘Los primeros pasos’ –tras dejar la dirección de Promoción Social del Instituto Nacional del Consumidor; y renunciar como maestro titular del Instituto de formación política del PRI–, para, en 1988, promocionar su segundo texto, bajo el rubro ‘Del esplendor a la sombra.
La república restaurada’, justo al momento de formarse la Corriente Crítica del PRI encabezada al inicio por él, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo y su también maestro Rodolfo González Guevara.
Pero sin jamás criticar los postulados del tricolor, aunque sí a sus dirigentes nacionales.
Incluso, tampoco lo hizo al ser dirigente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) ni estando al frente de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), pero en su gestión presidencial sí se le fue a la yugular al PRI, mas no a sus documentos básicos.
Y es que nunca, el tabasqueño, ha hablado mal de los estatutos, por estar convencido que, con correctos en su esencia, pero, malamente, quienes han dirigido al membrete han soslayado su cumplimiento por su enfermedad de poder.
Así que los han utilizado en beneficio propio.
De ahí el apego del mentado ´Peje’ al postulado juarista.
Con todo y que sus detractores lo acusen de comunista.
Correo: jusam_gg@hotmail.com