El complot del panismo tamaulipeco, para ensuciar la elección del gobernador electo, Américo Villareal Anaya, tiene largo tiempo en incubación. Inició, justo el día siguiente –6 de junio– que MORENA y su candidato se alzaron con el triunfo para concretar el largo sueño de miles de tamaulipecos: echar del gobierno estatal al PAN y sus aliados.
Atónitos, el albiazul y su candidato, que ya se hacían con el gane en sus manos, pusieron su mejor esfuerzo en desgastar al partido guindo y a su candidato.
Duras campañas negras, rumores, amagos desde la Fiscalía y el Poder judicial tamaulipeco hicieron un coctel nauseabundo cuyo objetivo único era –es– cargar de lodo al cardiólogo.
Casi lo logran.
Sólo que las pruebas que ellas manejaron ante las autoridades electorales de la región, resultaron sin sustancia y sin sustento.
Tanto el Instituto Electoral de Tamaulipas (IETAM) y el Tribunal Estatal Electoral de Tamaulipas (TRIETAM), luego de sopesar esas quejas e insatisfacciones de parte del PAN, su candidato y sus dirigentes, dictaminaron lo procedente: Américo Villarreal Anaya, es gobernador electo de Tamaulipas.
Esas instancias del Poder electoral, turnaron junto a los documentos que sustentaron su sentencia ante el Tribunal Federal Electoral (TRIFE).
El TRIFE, tiene la pelota en su cancha.
Hasta el momento, miles de sedicentes expertos en Derecho electoral, auguran un posible cambio de los dictámenes expuestos hasta hoy.
Muy complicado deseo: el TRIFE, emitirá su fallo, en función de las cargas de la Ley que el IETAM, el TRIETAM y la Sala regional de TRIFE, externó.
Ningún juzgador, tiene la potestad de crear o inventar pruebas.
Todos los jueces, hasta el momento, desecharon inconformidades de todo tipo en los 13 distritos de la entidad.
Incluso, la anulación abstracta, esta soportada por pruebas de peso.
(Hay que recordar Tabasco –en los años 90–, en donde se generó ese fenómeno electoral: se echó abajo la elección por el uso excesivo de dinero en los medios; fundamentalmente en la radio).
En ese escenario de incertidumbre –creado artificialmente con recursos pecuniarios dispersos sin límite– hay un efecto a todas luces positivo, de aplaudir y reconocer: la movilización social que ha generado en todo el estado a favor del gobernador electo, Villarreal Anaya.
La ebullición popular, se ve potente, consciente, valerosa; es de aplaudir, toda vez, que la energía ciudadana tenía décadas de estar latente, en embrión.
Miles de tamaulipecos, se están dinamizando en buena parte de los municipios de la entidad, para externar de nueva cuenta –ya lo hicieron el 5 de junio– su adhesión a Villarreal Anaya y a su proyecto.
A leguas se ve, que la intención de hombres y mujeres que levantan firmas de apoyo a su gobernador, es una prenda superior al apoyo y la adhesión que puedan externarle MORENA y sus aliados.
Justo eso, es lo macizo de esos grupos ciudadanos en movimiento: son parte vital de la sociedad civil y no de las militancias de los partidos que hicieron a AVA su candidato.
Al PAN no hay que maldecirlo, por aquel nuevo truco.
Al PAN, hay que agradecerle por esa nueva posibilidad.
Algunos profetas de la teoría política, aseguran que los Partidos son la vanguardia de la sociedad civil.
(Por cierto: ¿Dónde andará en esta coyuntura, MORENA-Tamaulipas?).
En estos momentos en Tamaulipas, estamos viendo lo contrario: la sociedad civil, es la primera fila en la lucha por los derechos político-electorales de los tamaulipecos.
Acontecimiento, grato; muy grato.
Es la hora de los ciudadanos.