CIUDAD VICTORIA, (ASI).— En uno de sus primeros libros, el entonces joven escritor José Agustín recrea una escena familiar con la presencia de un Senador de la República, al que chancea y hace enojar con sus juegos de palabras que satirizan la función legislativa que cumple. ¿Ya cenó, Senador?, le pregunta con sorna.
Recordamos ese pasaje literario ahora que se puso de moda el tema de la elección extraordinaria para cubrir la vacante dejada por Faustino López Vargas quien falleció en un accidente carretero.
Son una legión los aspirantes al cargo de senador porque se trata de una chamba equivalente a una beca, herencia, lotería espontánea, mina de oro, maná. Poco saben lo que hace un senador o lo que gana mensualmente, pero todos quieren serlo.
Recordamos al senador Antonio García Rojas, nativo de Tampico pero avecindado en Reynosa, que quiso y pudo ser Gobernador de Tamaulipas para el sexenio 1969-1975, pero se le atravesó La Quina que temía que le arrebatara el imperio sindical petrolero de la época, y lo boicoteó.
García Rojas era el secretario general del CEN del STPRM pero Joaquín Hernández Galicia era el poder tras el trono. Temió que don Antonio se le subiera a las barbas y prefirió jubilarlo de la empresa anticipadamente para volver a dormir en paz.
El hubiera no existe, pero si García Rojas hubiera repetido a nivel estatal, el programa de obra pública del sindicato petrolero que transformó a Reynosa, Tamaulipas sería una entidad excepcional.
Si la riqueza producida por la refinería de PEMEX se tradujera en beneficio para la ciudad, Reynosa tendría las calles pavimentadas de oro. Esta es una expresión generalizada, pero anecdótica, pues los que sacaron raja de esta situación, fueron algunos dirigentes sindicales.
La Sección 36 fue un gremio poderoso que tenía como posiciones políticas relevantes la diputación federal (El Gato Cerda Ramírez), la diputación local Moisés Gerardo Balderas Castillo, y un montón de regidurías.
Pero el sindicato está venido a menos. Tuvo en Reynosa su propia colonia de riquillos y luego una ampliación, el Cinema 70, casino social y otros privilegios, pero eso quedó en el pasado. Los trabajadores petroleros, aun los de contratos transitorios, eran solteros muuuy apetecidos por las muchachas en edad de merecer.
En realidad, la función del Senador no es muy diferente a la que cumple un diputado federal: alzar la mano cuando se los ordenen, para aprobar leyes, reformar otras, etcétera. A menos, claro, que ocupen posiciones especiales como Ricardo Monreal, Martí Bares Guadarrama, Gerardo Fernández Noroña.
En el pasado, el Senado era un cementerio de elefantes o vacas sagradas, en el sentido de que allí terminaban sus carreras políticas veteranos de larga permanencia en la función pública.
Américo Villarreal Guerra se separó del Senado para ser Gobernador (1969-1975) y lo mismo ocurre ahora con su hijo del mismo nombre.
No es novedad, pero el Senado es también receptáculo de advenedizos, improvisados, aventureros, trapecistas, y el ejemplo que tenemos a la mano es Ismael García Cabeza de Vaca, de quien se asegura que no sabe ni el número de tortillas que satisfacen el apetito.
Su llegada al poder legislativo fue una típica maniobra de tráfico de influencias practicada por su carnal Francisco. La hazaña más notable del senador surgido del PAN es su colección de porno-chat.
Por cierto, la sesión plenaria del Congreso local se salió ayer de control en Ciudad Victoria, por impericia de la mesa directiva, pues el tema de matrimonios de personas del mismo sexo se puso candente por razones obvias.
Grupos religiosos llevaron porra para oponerse a la iniciativa, pero los que se identifican con los colores del arco iris no se quedaron atrás y también armaron borlote.
Quedaron atrás los temas que verdaderamente lastiman a la sociedad, como la inseguridad pública, el saqueo sistemático del gobierno de Cabeza de Vaca, la guerra del agua, la falta de dinero, etcétera.
También en la sesión de ayer, se entregaron sendas medallas “Luis García de Arellano” a la educadora y defensora de los derechos de las mujeres Josefina Guzmán Acuña, de Ciudad Mante, y al dramaturgo, actor y director de teatro Medardo Treviño González, de Río Bravo.
Cumplen años Pedro Mier Llaguno, así como Beto y Leo, nietos de la comunicadora Mary Jaramillo.
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