III DOMINGO DE CUARESMA
JESÚS Y SU ENCUENTRO CON LA SAMARITANA (JN 4:5-42)
Estamos viviendo un tiempo especial, el tiempo de cuaresma, tiempo de reflexión, de sacrificio y de acciones buenas en bien a nuestros hermanos, ojalá y de verdad nos propongamos y aprovechemos cada uno de los momentos que nos ofrece Dios para alcanzar nuestra meta, celebrar la Pascua terrenal y así alcanzar la Pascua eterna.
Recordemos que la Pascua es la celebración más importante de nuestro ser como cristianos, es lo que debe dar sentido a nuestra vida diaria, la resurrección de Cristo es nuestro triunfo también, todo lo que hacemos en nuestra vida encuentra sentido en este acontecimiento de la Pascua.
Incluso es mucho más importante que el tiempo especial que tanto nos gusta celebrar, que es el tiempo de Navidad, el cual alegra nuestra vida, con todo lo que en nuestro alrededor observamos, una manifestación de alegría con luces, nacimientos, reuniones de trabajo y familiares, un tiempo litúrgico muy importante para nosotros los cristianos.
Hoy la palabra de Dios, en este pasaje de San Juan que nos narra el encuentro de Jesús con la samaritana, un texto muy enriquecedor que nos deja una enseñanza extraordinaria, y nos recuerda que la Cuaresma no es solo el tiempo de ir al encuentro de Dios, sino que Dios mismo viene a nuestro encuentro.
¿De qué manera lo hace? Lo hace al igual a como lo hizo con la samaritana, en nuestra vida diaria; reflexionemos como nos encuentra: con nuestros triunfos, con nuestras miserias o con nuestros fracasos, pero también con nuestras luchas diarias, pero ahí está Él, a nuestro lado para regresarnos nuestra dignidad de Hijos de Dios, a través de su gran misericordia.
Vemos como existe un diálogo entre Jesús y la samaritana, a fin de llegar a ese momento tan importante, recordemos que cuando conversamos con Jesús, es echar un vistazo al pozo de nuestro interior y permitirle a Jesús que lo llene con el agua de su amor, porque Él es el agua viva, pero no cualquier agua, sino la que sacia nuestra sed.
En cuaresma se nos invita a intensificar la oración. La oración es el dialogo, y el dialogar con Dios debe de producir un cambio en nuestra vida, como cuando tenemos un concepto erróneo sobre una persona, al entrar en un diálogo profundo, le conocemos de verdad y cambiamos nuestra manera que teníamos de pensar sobre esa persona.
La samaritana después de haber tenido ese encuentro con Jesús y ese dialogo profundo, fue anunciarles a sus hermanos lo que le había pasado, así ganó a otros, para Jesús, nosotros tenemos también esa tarea de ser portadores de esa nueva noticia, para quienes nos rodean, sí de verdad hemos tenido un encuentro fuerte con Jesús, se debe de notar en nuestra vida diaria.
Al reflexionar sobre el evangelio de hoy, me viene a la mente una anécdota que escuché en una ocasión: un estudiante fue a consultar a su director espiritual y le preguntaba cómo podía encontrar a Dios, a lo cual lo llevó a un río y le pide que se metiera y sumergiera en sus aguas, en ese momento, el director tomo la cabeza del joven y no le permitió que la sacara.
Y aunque el estudiante se esforzaba por salir del agua, el director no se lo permitía, hasta que finalmente logró zafarse y tomó el aire que tanto necesitaba. Fue entonces cuando el director sonriendo le explicó: “Cuando tu deseo de Dios sea tan grande como tu deseo de respirar el aire, entonces encontrarás a Dios”
Que Dios nos de la gracia de buscarlo y dejarlo que nos encuentre para que transforme nuestra vida. Dios sin nosotros sigue siendo Dios, pero nosotros sin Dios no somos nada. Su amigo y servidor, Padre Lolo.