Como Iglesia diocesana celebrando la fiesta de la Resurrección del Señor, el día de ayer participamos de las exequias del Padre Marco Antonio Hernández González en la Basílica de Nuestra Señora del Refugio. Aún con tristeza, los católicos presentes, vivieron la Santa Misa con esperanza en las promesas del Maestro Jesús.
Como parte del presbiterio, agradezco a todas las personas que ayudaron en todo momento al Padre Marco y que el día de ayer se acercaban a los sacerdotes a manifestarnos su oración y cercanía por la dolorosa partida de un hermano nuestro. Honremos la memoria del Padre Marco viviendo con fidelidad nuestra fe católica.
Estamos en Pascua, en el II domingo de esta fiesta que también se le conoce como el Domingo de la Divina Misericordia. Celebrar la Pascua es tener presente el gran amor de Dios para con nosotros, pero un amor que incluye el perdón por todos nuestros pecados.
El amor y el perdón van de la mano, cuando era seminarista compuse una frase pensando en como el amor de Dios se entiende desde el perdón. El dicho dice así, <
Es interesante que despúes de la resurrección, el Maestro Jesús haya dado la misión de perdonar los pecados. Hoy la Iglesia Católica, sigue llevando a cabo esta misión encomendada por Jesús. En el sacramento de la reconciliación, se nos perdonan los pecados y nos reconciliamos con Dios, que gran tesoro posee la Iglesia en la confesión de los pecados.
El mismo Jesús lo declaró cuando dijo que venía en busca de los enfermos, de los que ocupan médico, refiriendose a los que caemos en pecado. Que importante es el sacramento de la confesión para nosotros los católicos, sobre todo para nuestra vida espiritual.
La Iglesia nos recomienda confesarnos por lo menos una vez al año, no dejemos pasar años sin confesarnos, no olvidemos cuidar nuestra “salud espiritual”.
En el mismo evangelio de este domingo escuchamos la actitud de uno de los discípulos, uno de los Doce. Pero,lo que realmente se percibe en Tomás, es un actitud de incredulidad, el apóstol, se resiste a creer en las palabras de sus compañeros y toma una postura retadora.
La incredulidad en nuestros tiempos también puede afectarnos, no permitamos ser contaminados con actitudes como la de Tomás de no creer. ¿Cómo esta mi fe? A veces nosotros los católicos tenemos actitudes de incredulidad, no vamos a la Santa Misa, no rezamos, o incluso nuestras posturas ante lo religioso son a veces hasta de fastidio.
Por el contrario de la incredulidad esta la fidelidad, que también se percibe como, devoción, piedad, fervor y sobre todo un deseo profundo por seguir creciendo en la vida espiritual. Vivamos el santo tiempo de la Pascua como una oportunidad para pedirle a Dios que aumente nuestra fe.
Con mi oración, cercanía y gratitud.