El Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS) fue creado como una importante fuente de ingresos para las localidades que registren alta marginación, pero el Gobierno Federal ha dispuesto recortar el recurso y, lo que es peor, no entregarlo en perjuicio de los miles de pobladores que por ley (y/o justicia social) debieran ser beneficiados.
Sobre todo, cuando los municipios contemplados en el programa son altamente vulnerables ante las inclemencias del tiempo y hay muchos en donde la pobreza se acentúa ante la falta de agua potable, alcantarillado, drenaje y letrinas; urbanización municipal, electrificación rural y en las colonias pobres; infraestructura básica de salud, infraestructura básica educativa, mejoramiento de vivienda, caminos rurales e infraestructura productiva rural.
Acudo a las asignaturas porque son las que contempla el FAIS y las que precisamente más desatiende la Federación… salvo cuando hay elecciones en puerta.
En el caso concreto de Tamaulipas, reiteradamente se les ha negado esa participación a los municipios con alta marginación –y que, por cierto, aparecen en el padrón oficial de localidades candidatas a la ayuda–, por lo que es necesario insistir en que la conculcación de ese dinero ofende y lastima no sólo a los adultos de la tercera edad, mujeres y niños, sino también a los estudiantes y trabajadores del campo, que cansados ya están de mendigar una ayuda federal que no llega.
Consciente de eso, el gobernador Américo Villarreal Anaya ha dispuesto activar programas estatales compensatorios para ir al rescate de todos y cada uno de los municipios que se han visto afectados.
Como ejemplo de la mala aplicación presupuestaria por parte de la Federación, basta recordar que año anterior los recursos recurrentes enviados al estado para el campo fueron menores que en años anteriores.
Hace días, aquí en este mismo espacio, le comenté que, por salud del propio sistema político mexicano, el gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador obligado está a reintegrar a los municipios los miles de millones de pesos que arbitrariamente les ha recortado, desde que asumió el cargo hace ya más de cinco años… y les sigue conculcando.
Máxime cuando esos recursos los contempla el Presupuesto de Egresos de la Federación –aprobado en su oportunidad por la Cámara de Diputados–, y que para el grueso de los 2 mil 438 ayuntamientos de la República Mexicana significan un importante soporte para enfrentar la crisis económica sin necesidad de recurrir al endeudamiento.
Sin embargo, las autoridades de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHyCP) no han dado visos de querer resarcir los recortes y, por el contrario, avivan la crisis avalando incrementos a la canasta básica, aun cuando en su acometida (contra el pueblo) aticen el fuego de la hoguera que ya alcanza al tabasqueño.
Por si fuera poco, los incrementos a los precios de la leche y combustibles; los abusos en las tarifas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE); la despiadada persecución que contra los empresarios realizan el Sistema Tributario, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Infonavit, cuando menos, animan el descontento hacia el gobierno federal, cuyos jerarcas torpemente siguen agrediendo a los contribuyentes como si ello resarciera el repudio en su contra.
Precios incontrolables
Al cierre de abril próximo pasado, la inflación alcanzó casi el ocho por ciento, sin que el Gobierno Federal haya atinado a detener el aumento de precios, por errar en la regulación de cuando menos los productos de la canasta básica, la energía, los combustibles y tarifas por servicios diversos que presta al público.
Y en casa hay quejas porque todo ha subido de precio drásticamente.
Al menos en los 24 productos de la canasta básica, que son: aceite de canola o maíz; arroz en grano; atún en lata; azúcar morena; bistec de res; cebolla; chile jalapeño; chuleta de puerco; frijol en grano; huevo de gallina blanco; jabón de tocador; jitomate; leche; limón; manzana; naranja; pan de caja; papa; papel higiénico; pasta para sopa; pollo entero; sardina en lata; tortilla de maíz y zanahoria.
Esto sin contar con otros artículos igualmente primordiales para que su familia se medio alimente, como es la calabaza, los nopales, el brócoli y ajo o la coliflor, entre muchos otros.
Y más se da cuenta, porque si en enero del año que cursamos con mil pesos cubría una despensa semanal, ahora no le alcanza ni con 1,500.
Y eso que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), dice que en promedio el incremento mensual ha sido del 0.54 por ciento.
Mentira, pues al aceite comestible prácticamente le doblaron su precio y al atún, ni se diga; al kilogramo de tortilla y pollo, al litro de leche también.
Así que considero prácticamente imposible que la inflación anual logre reducirse al 3%, como lo pronostica el Banco de México y lo ha ofrecido el mentado ‘Peje’.
Más cuando la recaudación de impuestos ha disminuido drásticamente por falta de inversión privada y la fuga de capitales.
En fin, mientras al pueblo más le aprieta el hambre el tabasqueño está terco en pasar a la historia como el impulsor de la mentada 4T.
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