La contienda interna por la candidatura para cubrir la vacante en el Senado, en MORENA pinta claramente los rostros de la clase política guinda. Son muchos, y mal armados. Hay de todo: ingenuos, cínicos, ambiciosos vulgares, arribistas, advenedizos y patiños involuntarios.
Y para abordar el tema con equidad de género, diremos que las mujeres registradas para ser tomadas en cuenta en la encuesta para definir el abanderado morenista, tienen el mismo corte que los varones: ingenuas, cínicas, ambiciosas vulgares, arribistas, advenedizas y patiñas involuntarias.
Del medio centenar de pre-aspirantes apenas sobresalen dos o tres por sus méritos en el movimiento de AMLO en la región.
Los demás, son un chiste.
Una verdadera mentada, a la historia de ese partido y a la opinión pública tamaulipeca.
Con todo respeto: hay registrados que batallaron para conseguir transportarse de sus lugares de origen a la capital del estado en donde deberían anotarse. Y no es clasismo; de ninguna manera. Es, sólo la derivación de una circunstancia que obliga a pensar en lo que un candidato tiene que gastar –hasta de su propio bolsillo– aún y cuando la organización política que lo postula paga la mayor parte de los gastos de campaña.
Esa debilidad financiera, en la vida real se suple con un potente liderazgo. Si un cuadro, garantiza movilización, convocatoria, cohesión de grupos sociales, suma a la militancia, es entonces un activo para cualquier partido.
O sea: no todo es dinero.
Sólo que también: no se puede soñar, sin fondos y sin liderazgos.
Es ahí, de donde se desprende el siguiente cuestionamiento:
¿Qué anima a esos actores políticos de poca monta, a verse con posibilidades para ser considerados en una contienda por demás interesante y estratégica para el lopezobradorismo en la comarca?
Buena fe, no.
¿Intenciones saludables para MORENA?
Menos.
¿Vocación democrática?
Por ningún lado.
Algunos pretendientes de la candidatura, poseen una formación política deficiente –no hablemos de la académica– que los dimensiona para tareas partidistas de menor calado; no para el desempeño de una Senaduría.
De igual manera, podría pensarse que se ejercita una práctica excluyente –racismo intelectual– en el soslayo del trabajo parlamentario de personajes que apenas manejan algunos conceptos monosilábicos sobre el tema.
Tampoco es eso.
Se trata de ser honestos con los alcances y limitaciones de cada quien.
Son de pena ajena, la mayoría de los nombres de la ambicionada lista.
¿No pensarán en el daño que le hacen a su partido y a sus propias trayectorias?
¿No tienen siquiera un ápice de pudor?
¿Podrán caminar en sus pueblos, con la dignidad intacta, cuando la mofa ciudadana irá por años colgada como escapulario de sus cuellos?
La libertad, es un derecho que sustenta y legitima las conductas sensatas o insensatas de los ciudadanos.
Lo malo, es que nuestra clase política, la ejerce sin la siempre saludable autocrítica.